PROTEJAN LA AMAZONAS


Con casi 6.000.000 de kilómetros cuadrados, entendiéndose por 9 países de América del Sur, con sus cerca de 10.000 especies de árboles la Selva del Amazonas es el mayor bosque tropical del planeta y a lo largo de su existencia esta región ha absorbido el 10% de las emisiones de Dióxido de Carbono de la actividad humana.
Un estudio publicado por la revista Science y realizado por Oliver Phillips, Catedrático en Ecología en la Universidad de Leeds, quien fue acompañado en el trabajo por 68 científicos de 13 países devela que esta zona del planeta se ha tornado extremadamente sensible a la sequía y que puede pasar de ser un pulmón planetario que absorbe Dióxido de Carbono a una fuente masiva de gas de efecto invernadero.
Desde 2001 una organización internacional llamada Red Amazónica de Inventarios Forestales ha monitoreado estos bosques. En 2005 una severa sequía con origen en el calentamiento de las aguas del Atlántico Norte que desencadenó el huracán Katrina y provocó en el suroeste del Brasil, sureste peruano y norte boliviano que se secaran ríos, se produjeran incendios teniendo un fuerte impacto en la profundidad de los bosques afectando a varias especies de palmeras y siendo en Perú el departamento Madre de Dios el más castigado.
Fue entonces que los científicos abocados a este proyecto detectaron como primera evidencia sólida de que la sequía causa pérdidas masivas de dióxido de carbono en los bosques tropicales.
El impacto total de la sequía -cinco mil millones de toneladas extra de dióxido de carbono en la atmósfera- excede las emisiones anuales de Europa y Japón juntas.
Para calcular los cambios en el almacenamiento de carbono los científicos examinaron más de 100 parcelas de bosque y midieron más de 100.000 árboles.
Se trata de medir el diámetro para calcular con determinadas ecuaciones la biomasa del árbol. La cantidad de CO2 también depende de otros factores, como la densidad de la madera.
Los árboles de madera dura tienen una densidad cinco veces mayor de carbono por unidad de volumen que los de madera blanda, como el llamado palo balsa en Perú.
Especialmente sensibles fueron palmeras como la Iriartea deltoidea, conocida en Perú como "pona", o la "cashapona", cuyo nombre científico es Socratea exorrhiza.
Uno de los investigadores de RAINFOR que participó en el estudio, el botánico peruano Abel Monteagudo dijo: "Hubo una mortalidad sui generis que antes no habíamos visto. Algunas palmeras perdieron agua y se doblaron. Esto no se había visto antes. Estas especies tienen raíces superficiales, no penetran muy adentro, y como hay déficit en el mismo suelo no tenían como captar agua. Puede ser además que la fisiología de la planta no pudo soportar esta pérdida de agua".
Mientras tanto Oliver Phillips dijo: "Los bosques tropicales han subsidiado nuestra forma de vida en las economías industrializadas y eso ha ayudado a hacer más lento el cambio climático. Pero depender de este subsidio de la naturaleza es extremadamente peligroso. Si los sumideros de dióxido de carbono se invierten, los niveles de CO2 aumentarán más rápido y se necesitarán cortes más profundos en las emisiones. Antes de la sequía en años normales el bosque amazónico absorbía cerca de dos mil millones de toneladas de CO2. Durante la sequía, en lugar de un sumidero la Amazonas se transformó en una fuente de CO2, liberando más de tres mil millones de toneladas".
Durante la sequía los árboles crecen menos y absorben menos dióxido de carbono. Por otro, cuando los árboles mueren y se descomponen se libera CO2. Lo mismo sucede en el caso de incendios forestales.
Oliver Phillips llamó a proteger al gran pulmón planetario, amenazado por el cambio climático, la tala de bosques, los incendios y el avance de la agricultura.
“Algo que nuestro estudio muestra es que es especialmente importante controlar la deforestación, porque la Amazonas del futuro será más vulnerable."

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