EL G-8 INSISTE, AHORA LE LLAMA
NUEVO ORDEN "FINANCIERO" MUNDIAL


Berlusconi y sus huéspedes en los Abruzos, una región sísmica situada en el centro de Italia, que sigue registrando temblores tras el devastador terremoto el pasado 6 de abril que derrumbó un 90 por ciento de las viviendas en la localidad de L’Aquila, matando a 300 personas y dejando a otras 50,000 sin techo. Con la intención de impulsar la castigada región los líderes de los países más industrializados del mundo y Rusia (G-8), decidieron reunirse en L’Aquila, donde tuvo lugar un devastador terremoto que mató a 300 personas. Víctimas a cuyos familiares Berlusconi les dijo ante los reclamos por la falta de víveres “que se tomaran esos días como si estuvieran en un pic nic”.
Los mandatarios de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Estados Unidos, Japón y Rusia, que registraron una severa contracción económica este año, tienen entre manos diseñar un nuevo orden financiero mundial. Pese a las diferencias existentes sobre los mecanismos necesarios para regular los mercados se trata de prevenir que en el futuro vuelva a suceder una turbulencia financiera tan devastadora como la reciente, detonada por la crisis inmobiliaria en Estados Unidos.
La canciller alemana Angela Merkel ha sido la primera entre los líderes del G-8 en poner el dedo en la llaga, al declarar ante el Parlamento alemán que el mundo está creciendo unido y los problemas que enfrentamos no pueden ser ya resueltos únicamente por los países industrializados. Haciendo clara alusión a que el G-20 debería ser el formato para tomar decisiones en el futuro.
En tal sentido los líderes de Brasil, China, India, México y Sudáfrica, los cinco países emergentes más poderosos del mundo, son invitados especiales. Lula sostiene que Brasil se encuentra en una posición cómoda para debatir en condiciones de igualdad con los países ricos.
Otro de los temas es la protección climática. Los europeos se han puesto como objetivo el mantener el calentamiento global en el límite de 2 grados centígrados con respecto a la época preindustrial, lo que se traduce en una reducción del 50 por ciento de las emisiones globales efecto invernadero para el 2050. Eso significaría que los países industrializados tendrán que reducir sus emisiones en por lo menos un 80 por ciento en dicho período. Se estima que a nivel mundial son emitidos anualmente 35.000 millones de toneladas de gases efecto invernadero, lo que es suficiente para provocar en unos años un colapso del sistema climático.
Estados Unidos, tradicionalmente la potencia que ha bloqueado todo compromiso de consenso, muestra ahora su disposición a cooperar, en cambio algunos países como Japón, Rusia y Canadá no han mostrado gran interés en atarse a ese compromiso de largo plazo. Si la temperatura global promedio asciende por encima de ese parámetro por ejemplo las selvas del Amazonas y el Congo sufrirían sequías y acabarían agonizando, los glaciares se derretirían perdiéndose importantes reservas de agua dulce.
Que los líderes de los países industrializados lleguen a esta castigada región de Italia es toda una señal: “el poder del no poder” (no poder con el hambre, no poder con las verdaderas pandemias, no poder con la pobreza, no poder con las crisis alimentaria, energética, financiera, entre otros “no poder”) como los Abruzos también está en ruinas.

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