VIVIR AMANDO


Todos hablamos del fenómeno del amor, pero no todos lo interpretamos de igual manera.
Para unos amar es apasionarse, para otros compenetrarse y para otros simplemente convivir en paz. La satisfacción de una relación amorosa es lo que determina el concepto del amor de cada cual.
Cada uno de nosotros es un ente espiritual, un fragmento divino del Ser Supremo -cualitativamente igual a Él-. Así pues, dada nuestra naturaleza divina y nuestra inclinación natural a amar todo lo divino diseminado por doquier, cada vez que sentimos amor por alguien es porque nos ha cautivado esa porción de divinidad que lleva dentro, activando la tendencia amorosa natural de nuestra alma.
La vida es obra de Dios. La voluntad divina toma cuerpo en la vida de cada uno de nosotros y de todo cuanto existe, y el único motivo de esta presencia divina -que cada ser humano experimenta por si mismo y en si mismo-, es el amor. Como una energía vital que fluye por si misma hacia su propia fuente movida por un misterioso proceso de autosuperación incontenible. El amor es una forma de satisfacción interior basada en el sacrificio de la propia comodidad en aras de una entrega incondicional a quien amamos.
Para llegar al amor pasamos por la lucha, la pasión y el sufrimiento y, mientras tanto la conciencia del espíritu se revela en tres etapas: conciencia transpersonal, conciencia divina y conciencia de la unión con el Espíritu Santo.
El amor fraudulento corrompe y mortifica, pero el amor verdadero hace recuperar la inocencia, la fuente de la sabiduría esencial en la que ningún concepto de pasado o de futuro ensombrece la vivencia del presente.
El amor genuino desdoble la falsedad, evidencia el lado auténtico de la realidad e impulsa la renovación constante del espíritu.
Al enamorarnos de otra alma, las mullaras egoicas son derribadas y, aunque nuestra alma quede expuesta y vulnerable, la fuerza emocional del amor convierte toda duda en éxtasis, toda pena en regocijo y todo dolor en placer trascendental. Enamorarse significa emanciparse, adentrarse en lo desconocido mientras se comparte la comprensión obtenida con otra alma dispuesta a profundizar en la sabiduría de la incertidumbre.
La finalidad del amor es revelarnos las verdades que nos hacen sabios.
La sabiduría ancestral contenida en el sentimiento amoroso todos la tienen, pocos la descubren.
El amor es la verdad escencial contenida en toda acción pura y sabia.
Solo los que conocen el amor real pueden notar la diferencia entre "sentimentalismo" y "amor verdadero". El sentimentalismo se basa en el egoísmo, en cambio el amor verdadero se basa en el desprendimiento.
Quien ama de verdad ama la discreción y el silencio.
En la medida que nos distanciamos del monólogo interior experimentamos el silencio, y en la medida que nos sumergimos en la experiencia silenciosa descubrimos el verdadero amor.
La diferencia entre sentimentalismo y amor es la misma que hay entre apropiarse de que se recibe o en complacerse volviendo a darlo. En el amor, la simple intención de agradar no basta: "Obras son amores y no buenas razones". El camino del amor consiste en desligarse de las ideas fijar y de los conceptos adquiridos sin tratar de eludir las responsabilidades que la vida nos ponga delante.
Amar no es tan facil como dicen ni tan difícil como parece. Depende del estado de conciencia, o pureza de intención, que uno tenga. El amor es la riqueza incalculable de lo incomprensible. Amar es autosuperación, una manera de convertir el árido desierto en un vergel, la relación con los demás en una fiesta, la propia intimidad en una comunión extática con Dios.
La mente ama los fenómenos secundarios. El alma ama lo esencial.
Cuando uno ama solo porque le causa placer ser elogiado por lo que hace, no ama de verdad. Amar es disfutar con la oportunidad de poder complacer al ser amado.
El arte de vivir amando consiste en ir combinando inteligentemente los elementos que nos ayudan a que seamos dignos de conectarnos con la sustancia no-dual de la verdad, o fuente del amor. La persona amorosa es indiferente para lo superfluo pero receptiva para lo sustancial. De la actitud cuidadosa que pongamos al relacionarnos con la vida depende el que todos nosotros podamos aprender a sacar provecho de las excelencias del amor. De lo contrario ¿cuál sería el sentido de la vida?. O, como dicen los sufis: ¿De qué sirve la maravillosa producción de leche de una vaca que patea el balde?.

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