
Se dice que el "Día Internacional del Amigo" se instauró a propuesta de un profesor de psicología, filosofía, historia, músico y odontólogo argentino, Don Enrique Ernesto Febbraro.
Cuando el 20 de julio de 1969 alunizó el Apolo XI, Febbraro vio que por una vez en la vida todo el mundo estaba unido, por lo que envió mil cartas a cien países de las cuales recibió 700 respuestas. A partir de ese momento fundó el Día del Amigo.
Un par de semanas atrás leí una anécdota interesante sobre ese hito de la Historia de la Humanidad, el alunizaje del Apolo XI, que es una metáfora pintoresca de del funcionamiento del mundo corporativo actual.
A las 23 horas, 56 minutos y 31 segundos, horario de nuestro país, 1200 millones de personas de todo el mundo vieron por la TV cómo el astronauta Neil Armstrong completó el descenso de los 9 escalones de la escalerilla del módulo lunar Eagle y dejó estampada en la superficie lunar la huella de su bota derecha, número 41.
Después, Armstrong pronunció la famosa frase preparada por la NASA para aquel momento único, "Un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad"… Esa es la traducción oficial de la frase.
Sin embargo, tal vez un tanto nervioso (lo que es comprensible), Armstrong se equivocó en su breve discurso, tan ensayado en la Tierra, pues sus palabras fueron "A small step for man, a giant leap for mankind".
Al olvidarse de decir "a" antes de "man", pronunció dos oraciones que, vistas con rigor gramatical, se contradecían entre sí.
Hoy, de aquel "blooper" de los tres astronautas del Apolo 11, sólo Armstrong es recordado por ser el 1° hombre en pisar la Luna.
Pero, ¿por qué fue él el 1° y no sus colegas de viaje? Hay por lo menos dos motivos. El primero –y el más conocido- es que él era el jefe de la misión. El segundo es que, de los tres, era técnicamente el menos necesario.
El coronel Buzz Aldrin sólo bajó del módulo lunar 19 minutos después que Armstrong, luego que éste confirmó que todo estaba en orden. Aldrin era el piloto del módulo lunar y, de los dos, el único que podía llevar el módulo de vuelta a la nave. Si algo le ocurriera a él, Armstrong estaría en serios
problemas. ¿Y el teniente coronel Michael Collins? Él era, en realidad, el miembro más importante de la misión, pues era el único preparado para traer la nave espacial de vuelta a la Tierra, a casa. Por eso, debió permanecer en órbita esperando a Armstrong y a Aldrin.
Ello es una alegoría de cómo funciona el mundo corporativo moderno. En ese mundo no importa que los funcionarios y empleados sean súper especialistas ni que ejecuten sus tareas específicas a la perfección.
Al final, y aunque se equivoque al pronunciar la única frase que tenía encomendada decir, el que se queda con toda la gloria es el JEFE.



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