DE AMARILLO A ROJO


Fué uno de esos mediodías de calor sofocante que alterar todo nuestro organismo, pero principalmente el humor de muchos de nosotros.
Fué en una de las tantas esquinas centricas que puede presentar cualquier ciudad.
Fué a la hora en la que es tarde para desayunar pero aún temprano para almorzar.
Una era una señora mayor, de andar cansino por los años, el calor, la humedad, la presión y los daños.
La otra una mujer más jóven, más robusta, más activa, más apurada.
Una elegante, pero humilde; señora de la época en la que "había que vestirse para ir al centro".
La otra por lo que pude ver se había puesto lo primero que encontró, que no debía ser lo único; ropa de trabajo, ni lo mejor, ni lo peor.
El destino las cruzó en esos segundos de incertidumbre en los que la verde se va cuando uno decide cruzar, la amarilla es un pestaneo y la roja encandila la ciudad.
Una apuró el paso todo lo que pudo, que no era mucho, sabiéndose en infracción.
La otra se propuso apenas la vió cruzar con amarilla hacerle pasar un mal momento.
Una miró a la otra y le regaló una sonrisa complice, de disculpas.
La otra la miró detrás de sus lentes de sol entrecerrando sus ojos.
Una entendió el gesto como una aprobación, aminoró el paso y agradeció inclinando su cabeza.
La otra sabiendo que no iba a perder la verde piso el acelerador midiendo el finito.
Una saltó los dos pasos que la separaban del cordón, de la salvación.
La otra no satisfecha con el sobresalto regalado tiró a la pasada: "La c..... de tu madre" con una pesada voz de camionero y huyó cobardemente.
Una me miró a mí que esperaba detrás del taxi que manejaba la otra como si yo tuviera una explicación.
Aminoré solo para decirle: "una dama la señora".
Sin salir del asombro aún me miró y solo atinó a decir: "pobre".
Aceleré porque yo tampoco me quería perder la verde.

No hay comentarios: