EL MONOCULTIVO FORESTAL


Mientras en los países escandinavos, por ejemplo, los salarios y los impuestos son altos y las restricciones ambientales severas, en el tercer mundo muchos países se han convertido en “paraísos forestales” que ofrecen muchas facilidades y escasos obstáculos al negocio papelero.
“El futuro de las plantas de celulosa está en Asia, Sudamérica y probablemente Rusia,” comentó hace un tiempo el director general de Stora Enso, empresa que tiene plantaciones de eucaliptos en el tercer mundo y también plantas de celulosa.
La fiebre por forestar empezo en el 90, apañada por el modelo neoliberal y de la mano de organismos como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La tonelada de madera pulpable se cotizaba a 60 dólares en el mercado internacional y la demanda era importante. En la visión de los organismos financieros, la tala indiscriminada de madera pulpable, a razón de 15 millones de hectáreas anuales en el mundo, imponía la sustitución de los bosques tropicales como insumo principal para la producción de papel y cartón.
Muchos países siguieron las recomendaciones del BID y el Banco Mundial, la oferta mundial de madera pulpable creció y los precios bajaron a menos de la mitad de lo que habían alcanzado en el momento en el que se promovió la forestación masiva como negocio “seguro, rentable y confiable.” Ahora, con un precio va de 23 y 28 dólares la tonelada…
De 60 a 28… gran negocio…
Uruguay fue visualizado como un productor potencialmente importante de madera pulpable, y los gobiernos desde el 1988, siguieron al pie de la letra las recomendaciones de los organismos internacionales.
El Estado otorga: 50% del costo de la forestación; créditos a muy bajo interés con una gracia de hasta diez años; exoneración de impuestos nacionales y municipales, y realización de obras de infraestructura (puentes, puertos, carreteras y ferrocarriles) para facilitar el transporte y la exportación de madera.
El diez por ciento de la superficie cultivable de Uruguay está sembrada con árboles para la producción de celulosa. El monocultivo de eucaliptus desplazó la importante producción cerealera (trigo, cebada, lino, girasol) que llegó a ser uno de los principales rubros de exportación del país.
Además en 12 años el Estado uruguayo invirtió más de 500 millones de dólares en apoyo a la forestación, casi un 4% del Producto Bruto Interno (PBI) anual del país.
Los principales forestadores son también los que instalarán las grandes fábricas: Weyerhaeuser, de Estados Unidos, posee 130.000 hectáreas de monocultivo forestal, la finlandesa Botnia tiene 57.000 y la española Ence otras 50.000.
El monocultivo forestal expulsa población rural, ya que ocupa el último lugar en cuanto a empleo por hectárea: apenas cuatro trabajadores cada mil hectáreas, frente a seis que ocupa la ganadería extensiva, ocho el arroz y, en el extremo opuesto, 133 trabajadores por cada mil hectáreas la horticultura, 165 la viticultura y 211 la avicultura. Además, el avance de los cultivos forestales impide a los campesinos seguir cultivando sus tierras, porque resecan los suelos que quedan inaptos para la agricultura, y las fuentes de agua desaparecen.
La Asociación de Inspectores de Trabajo del Uruguay (AITU) realizó una investigación que demuestra que unos 6.000 trabajadores forestales viven en condiciones de semi esclavitud. Un trabajador especializado que maneja la motosierra, que debe pagar de su propio bolsillo es el mejor pago, gana apenas 5 dólares diario. Pasan meses y meses sin recibir prácticamente nada, cortan, duermen, le mandan comida a la familia y no ven un peso. Viven en condiciones infrahumanas.
Dos ministros del actual gobierno uruguayo han declarado la necesidad de poner límites a la forestación. Bonomi denunció las condiciones irregulares de trabajo, la “tercerización y subcontratación irresponsable” que se registra en el sector y aseguró que el Estado va a comenzar a controlar el trabajo en ese sector. Mujica señaló que la forestación degrada los suelos y se mostró contrario a seguir beneficiando a las multinacionales forestadoras con generosos subsidios.
Un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República establece que luego de 25 años de forestación con eucaliptos los resultados son graves.
Un estudio realizado en Chile demuestra que las regiones forestales son las que más se han empobrecido. Entre 1994 y 1998 algunas zonas con alto impacto de la forestación han registrado un crecimiento de la pobreza y la indigencia hasta en un 29%.
Desde 1996 existe en la ciudad de Fray Bentos, donde se instarán las dos fábricas, el Movimiento por la Vida, el Trabajo y un Desarrollo Sustentable, cuyas principales dirigentes son mujeres militantes de la izquierda. Pese a ello, Vázquez nunca quiso recibirlas y se negó a debatir el tema.
El 60% de los uruguayos se oponen a las plantas de celulosa.
La mayoría de los habitantes de Fray Bentos (unos 23.000) están a favor ya que los 600 puestos de trabajo que crearían las dos fábricas serían un respiro a la elevada desocupación que sufren.
Los ambientalistas argumentan que la contaminación afectará a las 2.000 personas que viven del turismo en la zona, así como a la pesca artesanal en el río Uruguay.
Lo cierto es que una sola de las fábricas verterá al río 200 toneladas anuales de nitrógeno y 20 toneladas de fósforo, además de las emisiones de dioxinas y furanos.
Lo que llama la atención es que pese a las evidencias, la Dirección de Medio Ambiente de Uruguay aprobó –con algunas observaciones– la instalación de las plantas de Ence y Botnia. Más extraño aún es que el presidente Vázquez haya aceptado reunirse con los ejecutivos de Botnia pero nunca lo haya hecho con los ambientalistas y los movimientos sociales que se oponen a las fábricas.
Los 1.100 millones de dólares que invertirá Botnia suponen un crecimiento del 1,6 por ciento del PBI.
Una buena señal para los inversores internacionales a los cuales el gobierno aspira atraer para resolver la crisis económica del país.
Sin embargo, por lo menos la mitad de la “inversión” total es dinero que nunca saldrá de Finlandia ya que corresponde a la parte que se invertirá en maquinaria.
La firma estadounidense Weyerhaeuser, que ya posee 130.000 hectáreas forestadas, piensa invertir hasta 1.000 millones de dólares en la ampliación de sus negocios en Uruguay.
Sólo la finlandesa Bornia producirá en 2007 un millón de toneladas, una cifra que supera la producción anual de las 60 plantas de celulosa existentes en Argentina.
Ante la falta de empleo, la población tiende a apoyar la instalación de cualquier fuente de trabajo sin importar demasiado las consecuencias a medio plazo.

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