EL CODIGO Y EL LIBRO DE LA VIDA


No sabemos todavía si todo el pasado y todo el futuro de cada uno de nosotros están contenidos en algún nivel superior y por ahora inaccesible del código secreto de la Biblia. Ello la convertiría, en efecto, en el Libro de la Vida.
Lo que sí parece evidente es que el nivel de codificación al que hemos logrado acceder contiene todos los acontecimientos relevantes de la historia mundial.
Todos los líderes de la segunda guerra mundial -Roosevelt, Churchill, Stalin, Hitler-están allí. «América», «revolución» y 1776 («5536») aparecen en el mismo sector. «Napoleón» está codificado junto a «Francia», pero también junto a «Waterloo» y «Elba». La revolución que cambió la faz del siglo XX, la «revolución» comunista en «Rusia», está codificada al lado del año en que triunfó, 1917 («5678»).
Grandes artistas y escritores, inventores y científicos, tanto antiguos como actuales, aparecen por doquier en el texto oculto. «Homero» está descrito como «poeta griego». «Shakespeare» forma parte de una misma secuencia codificada que no sólo revela su nombre sino también sus logros: «Shakespeare» -«llevó a escena» -«Hamlet»-«Macbeth».
«Beethoven» y «Johann Bach» aparecen como «compositores alemanes», y «Mozart» es un «compositor» de «música». «Rembrandt» está codificado junto a «holandés» y «pintor». «Picasso» figura como «el artista».
También los grandes avances tecnológicos están registrados en el código. Los «hermanos Wright» están conectados con la palabra «aeroplano». «Edison» figura junto a «electricidad» y «bombilla», «Marconi» junto a «radio». Los dos científicos cuyas definiciones del universo continúan rigiendo el mundo moderno, Newton y Einstein, se encuentran en el código junto a sus principales descubrimientos.
Al lado de «Newton», el hombre que describió el funcionamiento de nuestro sistema solar y la fuerza gravitatoria que mantiene en su sitio a los planetas, aparece la pa­labra «gravedad». Hasta los intentos del propio Newton por encontrar en la Biblia un código capaz de revelar el futuro están consignados en el texto oculto: cerca del nom­bre del astrónomo puede leerse «código de la Biblia».
A Einstein se lo menciona una vez. En la proximidad se lee «vaticinaron una persona sesuda». La palabra «ciencia», intercalada con la frase «un nuevo y excelente cono­cimiento», cruza el nombre. Y justo encima de «Einstein» el código predice: «revolucionó la realidad».
También su teoría de la relatividad está codificada. De hecho, la explicación global del universo que Einstein buscaba y no encontró, la teoría unificada completa, podría encontrarse codificada en la Biblia desde hace tres mil años. Junto al nombre del científico, la única vez que éste aparece, y asimismo al mencionar la teoría de la relatividad, el código da la siguiente pista: «añadir una quinta parte». Lo cual parece indicar que no encontraremos la respuesta que buscaba Einstein en nuestro espacio de tres dimensiones ni al añadir la cuarta dimensión temporal, sino en una quinta dimensión cuya existencia ningún fisico cuántico pone hoy en entredicho.
«En los textos religiosos más antiguos -observó Rips-también se menciona una quinta dimensión. La llaman "profundidad del bien y del mal".»
¿Cielo e infierno? Estas cuestiones en otro tiempo preocupaban al hombre, pero pocos científicos actuales, y aún menos periodistas, suelen tomarlas en serio. Sin em­bargo, el código secreto de la Biblia vuelve a situarnos ante las grandes preguntas de antaño.
¿Prueba el código que hay un Dios? Para Eli Rips, la respuesta es sí.
«El código de la Biblia ofrece pruebas científicas inapelables», declara el matemático. Pero Rips creía en Dios antes de encontrar tales pruebas.
Muchos otros coincidirán con él en que por fin tenemos pruebas seculares de su existencia. Por mi parte, sólo sé que ningún humano pudo haber codificado la Biblia de esta manera. Contamos, pues, con la primera prueba científica de que existe, o al menos existió en la época en que fue escrita la Biblia, una inteligencia que trasciende la nuestra. Ignoro si se trata de Dios. Pero estoy seguro de que codificar información en la Biblia respecto de hechos que ocufflrían tres mil años después no está al alcance de ningún ser humano.
Si tanto el asesinato de Rabin como la guerra del Golfo y el impacto de un cometa en Júpiter están codificados, y no hay duda de que lo están, sólo es posible que lo hiciera una inteligencia muy distinta de la nuestra. El código de la Biblia nos empuja a aceptar algo que el texto bíblico no puede sino inducirnos a creer: no estamos solos.
Pero el código no sólo anuncia la existencia de su codificador. También pretende hacernos llegar una advertencia.

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