EL ENCANTO DEL SILENCIO


Cuando somos capaces de entender que el silencio no es malo y que el hecho de permanecer sin hablar no dificultará la continuidad de nuestra existencia, es cuando abrimos la puerta a un nuevo estado del ser.
El silencio nos ayuda a detener por un momento la velocidad que imprimimos en nuestra vida.
Cuando se produce el silencio consciente, cuerpo y mente se relajan y se reduce el ritmo respiratorio y baja ligeramente el cardíaco.
Desde un punto de vista psíquico, el encanto del silencio consciente reside en que podemos ver pasar las emociones pero que no somos parte de ella. Podemos contemplar los pensamientos e incluso las dudas, pero en lugar de afectarnos, nos convertimos en simples espectadores. Cuando vivimos el silencio podemos prestar atención a otro tipo de sonidos como los que genera nuestro cuerpo al respirar, nuestro estómago al digerir o cualquiera de nuestras extremidades al moverse. Tenemos también la capacidad de escuchar el concierto acústico que nos brinda la mente, dándonos cuenta así, de la cantidad de veces que perdemos nuestro tiempo finito en darle vueltas a un recuerdo, a un pensamiento obsesivo o a un proyecto en el que jamás podremos creer.
Hallar el encanto del silencio no es dejar de hablar, ni quedarnos quietos como una estatua. Se trata de permanecer en la cotidianidad relegando pequeños espacios de tiempo a nosotros mismos. Al principio nos costará dejar de utilizar la radio mientras nos duchamos, pero después nos daremos cuenta que este acto higiénico posee un sonido propio. Buscaremos pues la conciencia de sentir el agua cayendo por nuestra piel y el roce de nuestras manos aplicando la limpieza.
Clausuraremos al televisor o el equipo musical por un tiempo mientras comemos, y podremos descubrir el sonido de nuestras mandíbulas y el de nuestro esófago cuando los alimentos se desplazan por él. En una fase más avanzada, prestaremos atención a los sonidos de la noche y tumbados cómodamente en la cama, justo antes de dormir, con los ojos cerrados y totalmente a oscuras, guardaremos silencio observando nuestra respiración, al ritmo cardíaco y a los "crujidos" que sin lugar a dudas se producirán en nuestro entorno. Entonces nos daremos cuenta que paredes, techo y muebles también están "vivos".
La Organización Mundial de la Salud afirma que la salud es tener "un alto grado de bienestar físico, psíquico y social".
Significa estar en armonía con nuestras emociones. Es importante poder expresarlas y darnos el permiso de llorar, reír, saltar de alegría o mostrar nuestro desacuerdo. El bloqueo de las emociones es causa de muchas enfermedades físicas (el sistema nervioso es el ordenador o computador responsable de todo) y emocionales o mentales (ansiedad, depresión, angustia, insomnio, fobias, etc.).
También es importante tener un equilibrio "espiritual". Lo importante es encontrar un sentido a la vida y aquí entraría lo que decíamos de estar en armonía con los demás. Si observamos nuestro planeta desde el espacio vemos que no deja de ser una especie de vehículo que va dando vueltas y que ahí vamos todos juntos, queramos o no. Todos los humanos, no importa la raza ni sus creencias religiosas o nivel económico, somos compañeros de viaje en este trayecto que es la vida. Cuidar y respetar al máximo nuestro Medio Ambiente (animales, ríos, mares, etc.) ya que es el vehículo que nos lleva y no tenemos otro. Aquí no hay posibilidad de comprar uno nuevo y lanzar o tirar el viejo. Es, como nuestro cuerpo, para toda la vida y además deberán poder usarlo nuestros hijos y todas las generaciones futuras.
El disfrutar simplemente por sentirnos vivos, de ver que hoy hace un buen día o de la lluvia, de disfrutar de una charla con los amigos, el agradecer y disfrutar de lo que estás comiendo en ese instante (sea un trozo de pan o un alimento especial para nosotros), el sentir que nuestro cuerpo es un regalo maravilloso que nos permite disfrutar de la vida… todo eso es lo que significa estar sano.
Estar sanos es, pues, sentirnos llenos de vida.

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