
La primera guerra del Golfo dejó en el medio ambiente 350 toneladas de uranio empobrecido y en la atmósfera entre 3 y 6 millones de gramos de aerosoles de uranio empobrecido. Sus consecuencias para la salud humana, conocidas bajo el nombre de síndrome de la guerra del Golfo, consisten la aparición de afecciones complejas multiorgánicas progresivas e invalidantes, dolores musculares, afecciones dolorosas del esqueleto y de las articulaciones, dolores de cabeza, afecciones neurosiquiátricas, cambios bruscos de los estados de ánimo, confusión mental, problemas con la vista, problemas para caminar, pérdida de la memoria, linfoadenopatías, pérdida de la capacidad respiratoria, impotencia y alteraciones morfológicas y funcionales del sistema urinario.
Una contaminación interna por isótopos de uranio empobrecido se ha visto comprobada entre los ex combatientes británicos, canadienses y estadounidenses de la guerra del Golfo nueve años después de haber estado estos expuestos al polvo radioactivo durante la primera guerra del Golfo.
El mismo fenómeno pudo comprobarse en pulmones, hígado, riñones y huesos luego de las autopsias provenientes de veteranos canadienses como también en muestras de suelo recogidas en Kosovo, donde se han encontrado centenares de partículas.
En otros estudios realizados en regiones como Jalalabad, Spin Gar, Tora Bora y Kabul después de la Operación Anaconda, realizada en 2002 en territorio afgano, se examinó a la población comprobándose que los civiles presentaban síntomas similares a los de la guerra del Golfo.
Se recogieron muestras de orina de 8 sujetos que presentaban síntomas y que fueron seleccionados siguiendo los siguientes parámetros:
-Las personas se encontraban en la región bombardeada.
-Los síntomas comenzaron poco después de los bombardeos.
-Manifestaciones clínicas.
Los primeros resultados demostraron que la eliminación de uranio total en la orina era significativamente más importante entre todas las personas expuestas que entre la población no expuesta. El análisis de las correlaciones isotópicas de uranio reveló la presencia de uranio no empobrecido.
El estudio de las muestras recogidas reveló, en distintos distritos concentraciones de uranio 200 veces más importantes que las del grupo de comprobación recogidas en zonas no afectadas.
Los límites mundiales de concentración de uranio en suelo son de 2 a 3 mg/kg, las tasas de uranio en las muestras de suelo de los lugares bombardeados son dos o tres veces más elevadas y en las concentraciones en el agua son significativamente superiores a las tasas máximas tolerables que establece la OMS.
Estas pruebas, cada vez más numerosas, convierten el problema de la prevención y de la respuesta a la contaminación por uranio empobrecido en una necesidad prioritaria.
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