EL OTRO 1ro. DE MAYO


La noche del 30 de abril al 1 de mayo de 1776, la famosa y siniestra noche de Walpurgis, un grupo de hombres decididos se reunía en un bosque de Baviera, en el sur de Alemania, para juramentarse entre sí la consecución de sus objetivos finales. El momento escogido no fue casual. Hubo que esperar a que se produjeran los sucesos de los Mártires del Movimiento obrero de Chicago, en 1886, para que el mundo moderno instituyera en su recuerdo el primero de mayo como el Día Internacional del Trabajo, aunque, en realidad, esta fecha ha sido sagrada para los europeos durante milenios, ya que constituía uno de los dos ejes del antiguo calendario celta, que rigió en la mayor parte de Europa occidental, antes de la expansión del Imperio Romano. En aquella época se la conocía como Beltaine o Beltené y en ella se celebraba el final del invierno —que comenzaba con otra gran celebración céltica, la del Samhain, el 1 de noviembre, que conmemora en la actualidad el cristianismo con el nombre de Todos los Santos, y el paganismo, con la fiesta de Halloween— con distintos rituales que incluían grandes hogueras. La luz de esas hogueras alumbró la mística de los antiguos europeos. La luz de las que tuvieron que encender los congregados en la oscuridad del bosque bávaro a finales del siglo XVIII ha incendiado a partir de entonces el mundo entero, acercándole progresivamente al culto de un ser torturado aunque poderoso: Lucifer, el ángel de la luz.
Aquella fatídica noche nació la Orden de los Perfectibilistas, más conocida como la Orden de los Iluminados de Baviera o simplemente los Illuminati. Con el tiempo se convertiría en la más poderosa de las sociedades de la Antitradición.
(Fragmento de Iluminatti, el libro de Paul Koch)

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