AL MUNDO LE FALTA UN TORNILLO...
EL PODER CONTRA LA HUMANIDAD


Si el tejido social está roto, las antiguas relaciones de solidaridad que hacían posible la convivencia en un Estado nacional también se rompen. De ahí que se alienten las campañas contra los homosexuales y las lesbianas, contra los emigrantes, o las campañas de xenofobia.
Todo lo que antes mantenía un cierto equilibrio tiene que romperse a la hora de la 4ta. guerra mundial ataca al Estado nacional y lo transforma en otra cosa.
Se trata de homogenizar, de volver a todos iguales y de hegemonizar una propuesta de vida.
Es la vida global.
El caso de los maestros es muy claro. Ya no vale quién tiene más conocimiento o quién es más sabio; ahora vale quién produce más investigaciones y en este sentido se deciden sus sueldos, sus prestaciones, su lugar en la universidad.
Esto tiene mucho que ver con el modelo estadounidense.
Sin embargo sucede que esta Cuarta Guerra Mundial también produce un efecto contrario que la "fragmentación".
De manera paradójica el mundo no se está haciendo uno sino que se está partiendo en muchos pedazos.
Aunque se supone que el ciudadano se está haciendo igual, emergen los diferentes en tanto que diferentes: los homosexuales y lesbianas, los jóvenes, los emigrantes.
Si observan un mapamundi de este periodo -el final de la Tercera Guerra Mundial- y analizan los últimos años, ha habido una recomposición, sobre todo en Europa, pero no sólo.
Donde antes había una nación ahora hay muchas naciones, el mapamundi se ha fragmentado. Este es el efecto paradójico que está ocurriendo a causa de esta Cuarta Guerra Mundial.
En lugar de que se globalice, el mundo se fragmenta y en lugar de que este mecanismo hegemonice y homogenice, van apareciendo cada vez más los diferentes.
La globalización y el neoliberalismo están haciendo del mundo un archipiélago.
Y hay que darle una lógica de mercado, organizar estos fragmentos en un común denominador. Es la "bomba financiera".
Al mismo tiempo que aparecen los diferentes, se multiplican las diferencias.
Cada joven tiene su grupo, su forma de pensar, por ejemplo los punks, los skin heads; todos los que hay en cada país.
Ahora los diferentes no sólo son diferentes, sino que multiplican sus diferencias y buscan una identidad propia. Evidentemente, la Cuarta Guerra Mundial no les ofrece un espejo que les permita verse con un común denominador, les está ofreciendo un espejo roto. Cada quien escoge el pedacito que le toca y, con éste, su conducta de vida.
El mundo se está partiendo en muchos pedazos, grandes y pequeños.
Ya no hay continentes en el sentido de que yo sea europeo, africano o americano.
Lo que ofrece la globalización del neoliberalismo es una red construida por el capital financiero o, si se quiere, el poder financiero.
Si hay una crisis en este nudo, el resto de la red va a amortiguar los efectos.
Si hay bonanza en un país, no se produce un efecto de bonanza en el resto de los países.
De nada sirve que un país se esfuerce por construirse un equilibrio y un destino propio en cuanto nación.
Todo depende de lo que pase en un banco de Japón o de lo que haga la mafia en Rusia o un especulador en Sydney.
De una u otra forma, los Estados nacionales no son salvados, son condenados definitivamente.
Cuando un Estado nacional acepta integrarse a esta red -porque no hay más remedio, porque lo obligan o por convicción- firma su acta de defunción.
En suma, lo que quiere hacer este gran mercado es convertir todas estas islas no en naciones, sino en centros comerciales.
Se puede pasar de un país a otro y encontrar los mismos productos, ya no hay ninguna diferencia.
En París o La Paz se puede consumir lo mismo; si uno está en La Paz puede estar simultáneamente en París recibiendo noticias.
De seguir así, de no tomar consciencia como ciudadanos, estamos ante la presencia de el fin de los Estados nacionales para convertirnos en el peor de los estados.
Sería además el fin de los seres humanos que los conforman.
Lo que importa es la ley del mercado y ésta marca que tanto produces, tanto vales, tanto compras, tanto vales.
La dignidad, la resistencia, la solidaridad estorban.
Todo lo que impide que un ser humano se convierta en una máquina de producir y comprar es un enemigo y hay que destruirlo.
Por esto la Cuarta Guerra Mundial tiene como enemigo al género humano.
No lo destruye físicamente pero sí lo destruye en cuanto ser humano.
De manera paradójica, al destruirse los Estados nacionales, la dignidad, la resistencia y la solidaridad se construyen de nuevo.
No hay lazos más fuertes, más sólidos que los que existen entre los grupos diferentes: entre los homosexuales, entre las lesbianas, entre los jóvenes, entre los emigrantes.
El odio hacia los diferentes, la persecución en contra de cualquiera que sea diferente es mundial; pero también la resistencia de cualquiera que es diferente es mundial.
Frente a esa agresión, estas diferencias se multiplican, se solidifican.
Esto es así, no voy a calificar si es bueno o malo, así está ocurriendo.
Solo la unidad y el amor por el projimo podrá salvarnos, aunque muchos caerán en la tentación del "salvese quien pueda".

Por Don Francesco T. Amazzo

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