MAS DESASTRES NATURALES,
MAS POBREZA


En 1970, el mundo registró 78 desastres naturales que afectaron a 80 millones e infringieron daños por US$ 10.000 millones.
Entre 1975 al 2005, el número de los mayores desastres naturales en el mundo creció de 100 a 400 por año.
Los tres años en que ocurrieron la mayor cantidad de desastres fue en la presente década; Con 801 desastres en 2000, 786 en 2002 y 744 en 2005. Desastres que solo en esta década produjeron danos y perdidas por valor de 67 mil millones de dólares por año.
El 98 por ciento de los 211 millones de personas afectadas por los desastres naturales anualmente entre 1991 y 2000 se ubican en países en vía de desarrollo.
Según el economista sistémico Moisés Naím, “una razón del prodigioso aumento de catástrofes es que, antiguamente, muchas no hubiesen sido siquiera registradas. Aún descontando ese factor, la cantidad de inundaciones, huracanes, tifones, aludes y otros desastres naturales ha ido subiendo exponencialmente en los últimos treinta años”.
Peor aún, esos azotes comúnmente dejan cada año más víctimas y daños.
También exigen mayores fondos para la reconstrucción.
El planeta no sólo está sobrepoblado, sino que más gente vive en densos hacinamientos urbanos y villas miseria. No sorprende, pues, que, según la Cruz Roja Internacional, el número de personas desarraigadas por catástrofes exceda el de gente exilada por guerras.
Mientras tanto, los presupuestos de organizaciones multilaterales, a cargo de auxiliar, atender y reinstalar gente, no han acompañado a la demanda.
El Banco Mundial, una de las principales fuentes de fondos y asistencia técnica, presta hoy menos que hace diez años.
El presupuesto del alto comisionado de Naciones Unidas para refugiados aumentó 62% de 1990 a 2004. Parece generoso, pero es exiguo, considerando que, hacia 2010, 50 millones de personas serán desplazadas sólo por causas ambientales.
Existen muchas explicaciones para semejantes desequilibrios.
Por supuesto, la raíz del problema es económica. Una vez generado un bien o servicio público, es imposible para sus creadores restringir su uso; es decir, sacar utilidades. Por eso es tan difícil ‘producir’ bienes públicos. Además, sólo los estados y otras instituciones pueden proveerlos. Ello explica por qué la demanda de esos rubros tiende a desbordar la oferta. Ahora bien, cuando sucede eso en el ‘mercado’ de bienes y servicios públicos, el resultado no es inflación de precios, sino inseguridad e inestabilidad para todos.
Ciertamente, muchos problemas –crisis financieras o cambiarias, contaminación, delito organizado, terrorismo- afectan a unos países más que a otros. Pero según Moisés Naím "algunos de esos mismos problemas desbordan cada vez más las fronteras y exigen que los gobiernos actúen para afrontarlos. La Unión Europea, Estados Unidos y Japón no pudieron substraerse al SARS en 2003 simplemente aislándose”.
En otro plano, los desequilibrios económicos y financieros globales se asocian con los enormes déficit fiscal y comercial de EE.UU. También con la política cambiaria china, el lento crecimiento de la UE y los pertinaces subsidios agrícolas aplicados por norteamericanos, europeos y japoneses. Sin duda, son factores muy negativos. No obstante, empalidecen en comparación con las consecuencias de los desastres naturales o sociales que, año a año, matan millares de personas y van acercándose a las economías centrales.
¿Las pruebas?, son con las que se regodean los medios todos los días.

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