EL CODIGO Y LAS PREDICCIONES


Durante los años posteriores a mi primer viaje a Israel continué rastreando el código de la Biblia por mi cuenta, no como matemático sino como investigador periodístico, contrastando las menciones con los hechos. Mi criterio era que toda información acerca del pasado reciente y el futuro próximo podía aportar pruebas y añadir datos a lo que la ciencia matemática había establecido sin aparentes fisuras. Transcurridos dos años de mis investigaciones, encontré en el código una predicción astronómica... y no tardé en ver cómo se cumplía en el mundo real.
En julio de 1994, el mundo entero fue testigo de la mayor explosión jamás presenciada en nuestro sistema solar. Un cometa bombardeaba a Júpiter con una fuerza superior al billón de megatones, creando bolas incandescentes más grandes que la Tierra. Yo mismo había encontrado en la Biblia, dos meses antes de la colisión, la información codificada acerca de Júpiter y el cometa mediante un programa de ordenador hecho para mi en Israel en base al modelo matemático de Rips.
Las menciones al choque eran dos, una en el libro del Génesis y otra en el de Isaías. En ambas, el cometa, bautizado como «Shoemaker-Levy», aparecía codificado con su nombre completo -o sea, los apellidos de quienes lo descubrieron en 1993-y su impacto con Júpiter estaba representado de un modo gráficamente explícito. En el có­digo de la Biblia, el nombre del planeta y el del cometa se entrecruzan dos veces. En Isaías di, antes de que ocurriera, con la fecha exacta del impacto: 16 de julio.
Algo que los astrónomos modernos habían logrado predecir con apenas unos meses de anticipación ya se encontraba descrito en el código bíblico, con absoluta precisión, desde hacía tres mil años.
Este sobrecogedor descubrimiento tuvo en mí un efecto tal que volví a creer en el código con más convicción que antes. Durante dos años no había cesado de preguntarme ¿es posible que exista algo así?, ¿pudo una inteligencia no humana codificar el texto de la Biblia? Y cada mañana, a pesar de las abrumadoras pruebas que lo confirmaban, me despertaba sumido en un mar de dudas.
¿Y si se trataba de un fraude? ¿Y si, en lugar de una nueva revelación, estábamos ante un caso similar a los diarios de Hitler, con un Clifford Irving cósmico como autor?
Rabinos y académicos jamás se han puesto de acuerdo sobre el origen de la Biblia. Las autoridades religiosas sostienen que los primeros cinco libros, del Génesis al Deuteronomio, fueron escritos por Moisés hace más de tres mil años. Los académicos les atribuyen en cambio muchos autores, que habrían redactado el texto a lo largo de varios siglos. Pero se trata de una discusión irrelevante.
(Fragmento de El Código Secreto de La Biblia)

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